miércoles, 3 de junio de 2009

Romería Tojolabal, una tradición de generaciones




Toño Aguilar.

La Trinitaria, Chis.- Postradas ante una cruz de madera, doña Hortensia y doña Amparo se pasan por todo el cuerpo unas ramas, y en sus pies, se golpean fuertemente para quitarse todos los males, dolores, aires, pero principalmente el cansancio.

Y es que han caminado desde la colonia Yasha hasta La Trinitaria, son casi 50 kilómetros que cada año atraviesan para cumplir, principalmente, la promesa que sus padres, abuelos y bisabuelos de sus abuelos, han entregado a la Santísima Trinidad.

Esta vez la travesía para las dos mujeres tojolabales, que han demostrado su amistad desde la infancia, no ha sido tan cansada, “porque ahora ya nos acompañan nuestros hijos, que ya están grandes, ellos cargan los más pesado”, lanzaron sonrientes las añejas amigas.

Han transcurrido más de seis horas desde que salieron de su casa y el sol deja caer sus sofocantes rayos directos a la piel de los peregrinos, eso hace más lento el caminar de los más de mil creyentes que caminan por toda la orilla de la carretera panamericana.

Un sorbo de pozol da fuerzas para poder seguir el camino; el sonar de los tambores y pitos, se penetran hasta el corazón, la fe se eleva cada vez más y eso es lo que da más fuerzas.

Es el medio día y por fortuna han llegado al punto donde se encuentran todos los peregrinos, que al igual que las familias de doña Hortensia y doña Amparo, realizan la romería cada año, descendiendo desde las comunidades más lejanas de cuatro municipios.

Doña Hortensia y doña Amparo, se forman en la fila para poder llegar hasta a la cruz de madera, y tan solo de tras de ellas, sus hijos y nietos, “ellos también deben seguir la tradición que nos enseñaron desde niños”.

Primero se quitan todas las impurezas ellas dos y luego sus hijos, uno por uno, pero ellas son las que deben pasarles las ramas por todo el cuerpo, esa es la tradición.

Ya todos los peregrinos han llegado al punto, solo esperan un poco más para que los que apenas han llegado, tomen un poco de pozol, descansen un rato y luego emprender el último y más importante recorrido por las calles de la ciudad para poder llegar hasta el templo de la Santísima Trinidad.

Los cuetes retumban más seguido, la gente que vive por donde los peregrinos van a pasar, tienen preparadas bebidas, confeti y aplauden el esfuerzo que llena de lágrimas a muchos.

Las campanas del templo se logran escuchar ya, ya son las cuatro de la tarde, han sido casi doce horas que doña Hortensia y doña Amparo han recorrido para cumplir la tradición de sus generaciones.

La emoción de la fe se refleja en las gotas de sudor y de lágrimas que recorren esos rostros cansados y que con la mirada fija hacia la imagen de la Santísima Trinidad, le dan las gracias.

Los cánticos cesan y los labios de los peregrinos se mueven, es por la oración que hacen de agradecimiento a la imagen que veneran, todos dan gracias por la oportunidad que les dio de poder llegar.

Luego de eso, todos pueden retirarse, pero doña Hortensia y doña Amparo, llegaron preparadas con cobijas para pernoctar y disfrutar la feria que da inicio, con la promesa que ellos cumplen año con año.

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